Hoy, 10 de noviembre, se celebra en Argentina el Día del Dibujante. Esta jornada, importante si la hay para el equipo de Fundación Landrú, también es ideal para delinear, a grandes trazos, los inicios de Landrú como dibujante. Por eso, queridos amigos, los invitamos a dibujar una breve pero no por eso menos precisa biografía de los primeros años de Landrú con los lápices y lapiceras.
Todo comenzó, según él mismo contó en el libro Landrú por Landrú, cuando de pequeño se engripaba y debía guardar reposo. ¿Qué hacer en esas horas de enfermiza tranquilidad? Pues armar revistas y diarios “mezclando titulares, noticias, dibujos e historietas”. Y lo bien que le iba en sus primeros pasos como dibujante y director editorial, ya que al llevar sus producciones a la escuela recibía los elogios de sus compañeros.
Esos primeros éxitos le dieron la confianza suficiente para seguir adelante. Y lo hizo a todo o nada. Cuando estaba en la secundaria se despachó con una Biblia apócrifa, titulada Génesis Novísimo, en donde se animaba a contar la historia de la formación de la Tierra y el origen de la humanidad (describiendo 40 razas distintas, una de ellas con siete ombligos). Su inventiva y sus dibujos fueron nuevamente celebrados por muchos y hasta recibió la oferta de un compañero para editarlo oficialmente.
Los años pasaban y Landrú, que por ese entonces todavía era solo Juan Carlos Colombres, ya estaba destinado a ser dibujante y humorista. Porque si bien era empleado en Tribunales, no podía evitar hacer su trabajo dibujando: armaba falsas carátulas para los expedientes, en las que recreaba los casos en cuestión (asaltos, estafas, asesinatos). Además, como gozaba de tiempo libre y en el juzgado había máquinas de escribir, las usaba para pasar en limpio muchas de sus historias.
Historia conocida
Lo que vino después, ya es historia conocida. Una que lo tuvo dibujando y publicando en diversos medios de Argentina (algunos propios, como Tía Vicenta) por más de seis décadas. En todos esos años, Landrú se destacó por su humor inteligente y sano, su trazo su simple y su lenguaje gráfico naif, que sin embargo contaba mucho. La realidad nacional e internacional pasaron por su mirada y su pluma.
A pasos de adoptar el seudónimo Landrú, y siguiendo la influencia de Steimberg en cuanto al humor absurdo, los vínculos con otros dibujantes argentinos comenzaron a ser cada vez más frecuentes. Uno de ellos era Oski, con quien compartía esta nueva línea del absurdo. O Lino Palacio, quien le publicó uno de sus primeros chistes en la revista Don Fulgencio.
Los nombres y los vínculos se irían multiplicando. Con muchos de ellos compartía los encuentros en la Asociación de Dibujantes de la Argentina, allá por la década de 40. A otros, más adelante, los convocaría para ser parte de Tía Vicenta, como a Faruk, Siulnas, Basurto, Garaycochea, Irañeta, Vilar, Aboy (Drácula), Quino, Manucho, Copi, Kalondi, Ceretti, etc.
A todos ellos y a todos los dibujantes que hoy dibujan no solo en diarios, revistas y libros sino en los nuevos formatos y los nuevos tiempos que ofrecen las redes sociales, les deseamos un “Feliz Día del Dibujante”. ¡Qué el humor, las viñetas y la tinta no se apaguen nunca!