Hace unos días, publicamos una nota en la que resolvimos un viejo interrogante: la salida del primer número de Tía Vicenta. Así descubrimos que por un problema de imprenta, el lanzamiento programado para el martes 13 de agosto de 1957, se postergó para el día siguiente.
Sin embargo, entre familiares y amigos -y también en varias entrevistas- Landrú aseguraba que el retraso había sido adrede para evitar la mala suerte.
¿Landrú era supersticioso? ¡De ninguna manera! Se burlaba de aquellos que intentaban manipular el destino llevando una pata de conejo, buscando tréboles de cuatro hojas o esquivando escaleras. Es más: uno de sus personajes, el Chipecondién, nació como una ironía hacia aquellos que creían en leyendas de fantasmas y apariciones.
¡TOCÁ MADERA!
Ahora bien: ¿por qué el martes 13 es sinónimo de mala suerte? Obviamente, se trata de un mito popular que con el paso de los años se fue afianzando, pero que carece por completo de justificación.
Según dicen, la mala fama del día martes viene de la mitología clásica. El día debe su nombre a Marte, dios de la guerra, que era bueno para la batalla, pero pésimo para llegar a acuerdos o hacer negocios.
Por su parte, el día 13 está asociado en el cristianismo con los comensales de la Última Cena; los espíritus malignos en la Cábala judía; y el capítulo de la Biblia en el que se anuncia el Apocalipsis y la llegada del anticristo. En todos aparece el 13.
LA MALA SUERTE EN EL MUNDO
Lo llamativo es que según la cultura, los números de mala suerte cambian. En Japón y China, por ejemplo, la desventura está atada a los números 9 y 4. En Italia, el equivalente al martes 13 es el viernes 17. Y en la cultura anglosajona hacen un mix: la fecha temida es el viernes 13, porque ese día fue crucificado Jesús.
Como sea, la triscaidecafobia (fobia al número 13) está bastante extendida en todo el mundo. Pero no nos engañemos: cosas malas (¡y buenas!) pasan todos los días.